La crononutrición está relacionada con adoptar hábitos de estilo de vida saludables, trata de adaptar temporalmente las comidas y la actividad física a los ritmos internos de cada persona.
Cada uno de nosotros tenemos unos genes, denominados genes reloj, los cuales nos imponen unos ritmos, denominados ritmos circadianos. Estos ritmos van sincronizados con los ciclos de luz/oscuridad de la tierra, es decir, son ritmos cíclicos de 24h que como resultado nos marcan los momentos apropiados para realizar las distintas actividades diarias.
Los genes reloj existen en cada una de nuestras células y son regulados por nuestro cerebro, concretamente el hipotálamo, el cual se denomina reloj central. Todos estos relojes regulan la secreción de hormonas, la respuesta inmunitaria, el proceso de digestión, la temperatura corporal…
La evidencia científica nos indica que el tiempo del día en el que comemos es vital para la salud humana. En este sentido, la crononutrición es un campo relativamente nuevo de la nutrición, el cual se va conociendo como un factor clave para entender por qué no se obtienen los resultados que se esperarían en algunas intervenciones nutricionales, como adaptar la alimentación al horario para aportar salud.
Es por eso que debemos respetar y mantener estable nuestro reloj interno para así mantener nuestra salud.
Hasta ahora hemos dicho que nuestros relojes internos tienen influencia en como debemos actuar, pero ¿cómo?, os preguntaréis.
Si nos fijaremos en la insulina, vemos que es una hormona que fluctúa acorde con la comida y, por eso, se ha visto que es un factor importante para sincronizar el reloj del hígado y del tejido adiposo, los cuales son dos órganos que si se desregulan contribuyen a la aparición de enfermedades como el síndrome metabólico u obesidad.
Aparte de las hormonas, algunos nutrientes (ej: las vitaminas) o elementos que no son considerados nutrientes (ej: la sal, algunos fenoles…) que están presentes en nuestras comidas diarias, también son estímulos para regular y sincronizar los relojes internos.
Por estos motivos anteriores, cuando ingerimos alimentos estamos enviando señales a nuestros relojes para que se sincronicen. Aun así, según el tipo de alimento variará el efecto que este produce sobre nuestro organismo y, como consecuencia, no todas las comidas regularan los mismos relojes ni en la misma intensidad. Dependiendo de la composición de nuestros platos enviaremos distintos tipos de señales.
Uno de los efectos que debemos tener muy en cuenta para adaptar la alimentación al horario adecuado son nuestras hormonas (insulina, leptina, cortisol…).
Estas están tienen acciones más óptimas a primeras horas del día, por esta razón comer más al inicio del día y hacer la cena no muy tarde es aconsejable para mantener unos ritmos circadianos saludables. Asimismo, seguir esta recomendación nos ayudaría a separar más tiempo la última comida de la primera del día, por lo tanto, haríamos más horas de ayuno nocturno y esto ha demostrado ser tener varios beneficios.
Como resumen, teniendo en cuenta todo lo comentado en este apartado y en el anterior, para tener unos hábitos saludables deberíamos: adelantar la cena (no saltarla) para alargar las horas de ayuno, tener comidas ricas en vitaminas y minerales, seguir las horas de luz del día (no irrumpir las horas de oscuridad con luz artificial), tener un desayuno más completo y una cena más ligera.
Los siguientes factores:
Estos comportamientos, entre otros, provocan un desajuste en nuestros relojes internos y, como consecuencia, se ha observado que también aumenta el riesgo de padecer varios tipos de enfermedades.
Uno de los principales efectos que confunde nuestros relojes internos es la luz azul, la cual es la predominante en los dispositivos electrónicos. En nuestro organismo tenemos una vía directa que va des de la retina hasta nuestro cerebro, donde tenemos nuestro reloj central. Si aportamos luz constantemente, nuestro cerebro percibe que estamos en la fase de día y eso produce un desajuste hormonal. Por todos los cambios que se producen en consecuencia, se termina por alterar el ritmo de nuestros relojes internos. Aquí vemos uno de los motivos por el cual no se recomienda el uso de dispositivos electrónicos en las horas previas al sueño.
Con todo esto observamos una vez más que nuestros hábitos influyen muy significativamente en nuestra salud y por eso debemos adoptar a diario aquellos comportamientos que contribuyen a nuestro bienestar.
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