¿Alguna vez te has preguntado cómo afecta tu dieta al planeta?
Más allá de contar calorías o nutrientes, la elección de los alimentos también impacta el medio ambiente. El reciente informe elaborado por investigadoras de la Universidad de Zaragoza y publicado por ECODES nos da claves para entender cómo podemos comer de forma saludable y, al mismo tiempo, sostenible.
El estudio se centra en analizar la huella de carbono de los alimentos incluidos en las guías alimentarias españolas. Esta huella mide las emisiones de gases de efecto invernadero que se generan desde la producción hasta la distribución del alimento, expresadas en kilogramos de CO₂ equivalente por kilogramo de alimento.
Uno de los hallazgos más destacados es que no todos los alimentos tienen el mismo impacto medioambiental, aunque pertenezcan al mismo grupo nutricional.
- Dentro del grupo de cereales y derivados, el arroz tiene una huella de carbono significativamente mayor que otros cereales como el mijo o el trigo, debido a su cultivo en campos inundados, lo cual genera metano, un potente gas de efecto invernadero.
- Las frutas y hortalizas, por su parte, presentan en general una baja huella de carbono, especialmente si se consumen frescas, de temporada y locales. Sin embargo, su impacto aumenta considerablemente cuando provienen de invernaderos o son importadas de otros países. Así, elegir productos de cercanía no solo es mejor para el sabor, también lo es para el planeta.
- El grupo de alimentos proteicos de origen animal, como carnes y derivados, es el que más contribuye al cambio climático. La carne de vacuno y cordero encabezan la lista de alimentos con mayor impacto ambiental.
- En cambio, las proteínas vegetales como las legumbres ofrecen una alternativa nutritiva con un coste medioambiental mucho menor.
Otro dato interesante es que la transformación de los alimentos también influye en su huella de carbono. Alimentos más procesados, como cereales azucarados o yogures saborizados, tienden a generar más emisiones que sus versiones simples.
El informe concluye con recomendaciones prácticas: priorizar cereales integrales de invierno, frutas y hortalizas locales, legumbres como fuente proteica principal, frutos secos al natural y aceites vegetales como el de oliva.
En definitiva, llevar una dieta saludable no solo es posible, sino también deseable desde el punto de vista ecológico. Cambiar la manera en la que comemos puede ser un poderoso acto cotidiano para cuidar de nuestra salud y del planeta. Comer bien y vivir en armonía con el entorno está más conectado de lo que parece.
Àngels Massana Nutricionista en Nutritional Coaching
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Fuente: Menal Puey S, Marques Lopes I, Fajó Pascual M. Huella de carbono asociada a los alimentos incluidos en los grupos de las guías alimentarias actuales: Diseño de unas recomendaciones dietéticas saludables y sostenibles para la población española. Zaragoza: ECODES; 2024.
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